Allí junto al barranco murió el río
como camino viejo, abandonado.
¡Enorme cicatriz...! Despedazado
hallaron su esqueleto en extravío.
Eso que fue remanso y amorío,
zanja y dolor expió por el pasado.
(Se diría el hundimiento y el pecado
de un cráneo en su perpetuo desvarío).
Es la muerte. La misma muerte. Siendo
el Dios absoluto, el fin; huyendo
por la abertura helada del olvido.
Da igual ser ruiseñor o piedra o nada.
La muerte es inmortal, y en su jornada
torna el signo del mal por lo perdido.
En este poema, el autor va lentamente invocando diferentes temas para llegar al objetivo. Primero se refiere a la naturaleza panameña, luego al amor y el dolor, para así llegar a la muerte, eterna e inmutable.